lunes, 31 de octubre de 2011

86

El thrombocid era el perfume de todas sus mañanas, menta fresca con un ácido hedor a pesadumbre. Una mano suave, delicada y sobre todo joven se encargaba de recordarle poro a poro donde se encontraba su dolor. Por más que lo acariciaba no desaparecía.
En cada amanecer una lágrima gastada se derramaba por su rostro esquivando con dificultad los valles que el tiempo había forjado en su piel, -el frío-, decía.


Los celos que por su intimidad sentía habían desaparecido,era vestida, peinada y lavada incluso en sensibles zonas donde hacía mucho tiempo no sentía nada. Sola en todo momento excepto cuando más lo necesitaba. Inútil en todo lo que solía ser la mejor. Cansada

Tras cada cena con sabor a fármaco quedaba arropada en sus suaves y pesadas mantas.Un dulce beso se posaba en su frente y lograba hacerla sonreír. -buenas noches mama, te quiero-. Ojala fuese la última, pensaba ella. Lo sueños que le quedaban por cumplir yacían ya en el olvido, Había llorado con angustia, querido con locura y amado con pasión. Aun dejando ausencia y dolor con su partida, sólo quería descansar.

Pathpati