martes, 13 de septiembre de 2011

Mi caparazón

Una gruesa capa de insensibilidad cubre todo mi cuerpo. Es dura y firme, confeccionada para mantener la distancia necesaria ante aquello que no me gusta. Esta hecha con altas dosis de capacidad comprensiva, el punto justo de tolerancia, y unas gotas de ateismo bien educado. Estoy psicológicamente protegida. No dejaré que me haga daño.  
Es un manto firme que he forjado durante gran parte de mi vida desde que tengo la madurez suficiente para entender ciertas cosas. Estoy segura de su resistencia, o al menos quiero creer estarlo.
Cada vez que pienso en ella, en su llegada y en lo que será capaz de arrastrar a su paso, pienso en la naturalidad del hecho. Lo natural no hace daño.
Imagino que cuando ocurre nos molesta y duele. O peor aún,  nos ofende y humilla - No lo entiendo -. Jamás lo haremos -  La situación nos desborda, nuestra cabeza entra en un estado de completa anulación quedando reducido a la impotencia que produce la pérdida de algo que queremos.
- ¿Te  cuento una cosa?
- Si, claro.
- Cuando lleguemos Baloo ya no va a estar en casa.
Por mi cara resbala suavemente una salina lágrima proveniente del ojo derecho. Despacio hasta cruzar mi pómulo, donde aumenta su velocidad desembocando en la comisura de mis labios.
En el coche la música no ha dejado de sonar, ella no se ha dado cuenta. Decido mirar por la ventana, - que manera de correr tienen las plantas- . Trago saliva, voy a esperar un poco antes de volver a hablar. Al parecer la capa es mucho menos gruesa de lo que yo pensaba.
PathPati

martes, 6 de septiembre de 2011

True story



Érase una vez un niño que nació hace hoy unos 30 años aproximadamente, según él, vivía en un barrio obrero, pero a pesar de ello tenía una casa muy grande, y según en  la habitación en la que te encontrases podías percibir las sensaciones del polo norte, aquella que su familia solía llamar paco’s room, o la calidez del mismísimo desierto, en la denominada computer room.

La vida de Ocap, nuestro protagonista, transcurrió con normalidad hasta que cumplió los 5 años y dos meses de vida. En ese momento rompió a llorar de manera descontrolada, nadie sabía que le ocurría, el niño quedo suspendido en una especie de estado depresivo. Ocap fue atendido por los mejores médicos de España, le trasladaron a Alemania para que le hiciesen un reconocimiento, el medico estadounidense Patch Adams intentó dar con su diagnóstico, pero no tuvo éxito alguno. Hasta que un día, dando un paseo, un hombre de avanzada edad que se encontraba sentado en un banco mascando tabaco masculló entre dientes: “este chico está enamorado”.  Desde ese día Ocap tiene una relación muy especial con los ancianos, no pasa un domingo en el que no baje al mercado a charlar y tomar con ellos un café.


El 9 de octubre de 1986 nacería en Algeciras Itap, una encantadora y guapa muchacha. Sus padres, provenientes de la capital española, decidieron descender al sur para concebir a ese pequeño diamante en bruto. La prisa que la pequeña tuvo para salir fue sorprendente, la matrona, que a pesar de dedicarse a la medicina tenía mentalidad algo esotérica dijo: “parece que alguien la está esperando”
A pesar de su corta edad, Ocap era un chico muy inteligente, su trabajo como ingeniero químico en la actualidad en la ciudad alemana de Münster es prueba de ello. Del tal forma que intentó hacer su vida con normalidad, viajó todo lo que pudo, estudió una carrera, hizo muchos amigos, y también muchas amigas, de esas que no sólo son para hablar, y de las que guarda muy buenos recuerdos. Por alguna razón ninguna de ellas tenía eso que él necesitaba.

La diferencia de edad y de vida de nuestros dos protagonistas hizo que pocas veces se cruzaran. Una noche, cuando Itap contaba con unos 17 años en  cuerpo y mente, se encontró a Ocap en una popular fiesta en la ciudad de Cádiz. Al verse, él se lanzó como un rayo hacia ella, la cogió de la cintura e intentó besarla. Cuando se corren riesgos puedes darte con la puerta en las narices, y así fue, Itap hizo un movimiento cobra que más tarde sería ejemplo a seguir en películas como Matrix.


A Itap siempre le gustó Ocap. Desde el primer día que se vieron. Sus dotes de  artista de la calle y esos años de diferencia hicieron despertar extraños sentimientos en ella, incluso le dedicó unas palabras de amor en su diario personal. Pero siempre lo vio inalcanzable, nunca querría, pensaba ella, y ¡cómo se equivocaba!. Por ello, cuando recibió su primer beso aquella noche de verano no pudo continuar, la situación se le escapaba de las manos. No estaba preparada.


Tuvieron que pasar 7 años hasta que se produjera un nuevo encuentro, la crisis comenzaba a fraguarse en nuestra ciudad, en el país y en el mundo. Estudiar parece la única salida, así que ambos coincidieron en la misma biblioteca.

Itap se encontraba estudiando una asignatura, la última para poder  terminar la carrera.
Había vuelto de Dublín no hace mucho, como dijo Unamuno: “se viaja no para buscar el destino, sino para huir de donde una parte”, ese fue su caso,  Dublín no le aportó grandes cosas, así que no hubo más remedio que volver a ese lugar del cual se inició la huida. Sus expectativas de vida eran muy diferentes a las que tuvieron lugar, pero las supo sobrellevar en menor o mayor medida. Y por suerte, destino o azar se iba a encontrar con una grata sorpresa

Un fría mañana de finales de noviembre, cabizbaja y concentrada en sus estudios alzó la mirada tras escuchar el ruido de la puerta de la biblioteca. - NO WAY! Pronunció. (Acababa de volver de  un país de habla inglesa, y las frases salían solas). Vio a Ocap; si Dios existiese seguro le hubiese puesto una aureola amarilla alrededor de su cabeza y le hubiese dado al play de algún tipo de música celestial, pero no lo hizo, entonces dejó de creer en Dios - Este niño tiene que ser mío, le comentó a su amiga.

La tarde de estudio había terminado, su cabeza dejó de estar entre los libros para concentrarse en su amor,  pero sin lugar a dudas al día siguiente estaría allí, a la misma hora, y sólo para poder verlo.


Tras terminar en Barcelona con una mala experiencia amorosa Ocap volvió a Algeciras, esa ciudad natal que nunca fue demasiado de su agrado. Cursó  sin éxito unas oposiciones, flaco favor le hicieron al no dejarle meterse en ese mundillo, él vale mucho más que eso.  Es increíble, no sólo es inteligente, también listo (pecando en ocasiones de listillo) y sobre todo una grandísima persona que merece ser muy feliz.

          1:00h de la mañana, después de un par de cervezas, 2 botellas de vino y toda una tarde 
          para que el alcohol haga efecto,..  Ver, lo que se dice bien, no se ve; a no ser que 
         tengas muchas ganas de ver algo.

Itap había quedado para comer con sus amigas, pero se dirigían a tomar la penúltima en algún pub:
- Un momento, voy al servicio
Ocap esperaba pacientemente a recibir su cerveza en el bar:
- Pipa, que te la he pedido ya dos veces!
El camino fue corto, los  semáforos coincidieron en verde, aparcamos sin problemas.
- Oh no!, hay que subir la cuesta.
Ocap por fin recibía su cerveza:
- Voy fuera a fumarme un cigarrito.
Itap llegaba a la altura del bar donde se cruzaría con quien menos esperaba encontrarse:
- Mose, no me lo puedo creer, está ahí. ¿Que hago? ¿Cómo que “que hago”? Voy a decirle algo. ¿Y si no me hace caso? ¿Y si tiene novia?. Venga Itap, al lío.

Es común en Itap tener conversaciones consigo misma, quizás no sea ella, sino dos entes que se encuentran  dentro de cabeza, no los conoce, pero sabe que de vez en cuando suelen discutir. Esta vez se pelearon durante un rato mayor, quizás a ellos también les había sentado mal el alcohol y se la discusión continuaba a pesar de haber dejado de tener sentido. En cualquier caso, Itap le hizo caso a una de ellos y fue a buscar a Paco, al toro hay que cogerlo por los cuernos, así te pegue una buena cornada.


Podríamos decir que fue un primer encuentro  maravilloso, que la noche estaba bañada por una increíble luna llena, que las estrellas estaban dispuestas de manera casi  estudiada para reflejar lo más bello de sus rostros, que todo salio perfecto, que ni en sueños se lo hubiesen imaginado así. Pero nos estaríamos engañando, a ellos, por mancillar su historia, a todos los que lean esto, pues se trata de un relato verídico, y a mi misma por estar escribiendo tanta estupidez.

Fue regular, Itap a duras penas recuerda las conversaciones o la gente con la que se cruzó, hacía frío, la escalera del parking  donde se intentó establecer un vínculo sexual estaba sucia y congelada.
Pero fue awesome, por fin se habían encontrado. Tantos años esperándose respectivamente sin saber si quiera que lo hacían." Una mala noche la tiene cualquiera", se dijeron, "pero esto merece  la pena", estaban seguros.

Volvieron a verse el día 4 de diciembre, por fin se estaban conociendo, aprendiendo el uno del otro por primera vez. Rozándose despacio, con emoción y miedo a tocar la piel del otro, cómo será, cómo olerá, cómo sabrá. Era suave, con sabor agridulce  y olor a deseo. El resto del mundo pasó a un segundo plano, la hora, el día y el hambre ya no importaban; dolía la cara de tanto sonreír.

Pathpati