martes, 13 de septiembre de 2011

Mi caparazón

Una gruesa capa de insensibilidad cubre todo mi cuerpo. Es dura y firme, confeccionada para mantener la distancia necesaria ante aquello que no me gusta. Esta hecha con altas dosis de capacidad comprensiva, el punto justo de tolerancia, y unas gotas de ateismo bien educado. Estoy psicológicamente protegida. No dejaré que me haga daño.  
Es un manto firme que he forjado durante gran parte de mi vida desde que tengo la madurez suficiente para entender ciertas cosas. Estoy segura de su resistencia, o al menos quiero creer estarlo.
Cada vez que pienso en ella, en su llegada y en lo que será capaz de arrastrar a su paso, pienso en la naturalidad del hecho. Lo natural no hace daño.
Imagino que cuando ocurre nos molesta y duele. O peor aún,  nos ofende y humilla - No lo entiendo -. Jamás lo haremos -  La situación nos desborda, nuestra cabeza entra en un estado de completa anulación quedando reducido a la impotencia que produce la pérdida de algo que queremos.
- ¿Te  cuento una cosa?
- Si, claro.
- Cuando lleguemos Baloo ya no va a estar en casa.
Por mi cara resbala suavemente una salina lágrima proveniente del ojo derecho. Despacio hasta cruzar mi pómulo, donde aumenta su velocidad desembocando en la comisura de mis labios.
En el coche la música no ha dejado de sonar, ella no se ha dado cuenta. Decido mirar por la ventana, - que manera de correr tienen las plantas- . Trago saliva, voy a esperar un poco antes de volver a hablar. Al parecer la capa es mucho menos gruesa de lo que yo pensaba.
PathPati

1 comentario:

  1. el caparazón se hereda, pero tiene zonas muy blandas que al clavar un pinchito te encuentras con carne y corazón, y el dolor brota, tus ojos se nublan y deseas que no entre nadie por la puerta, quieres recrearte en el dolor que te produce ese pinchito.

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